Os confieso que este inicio de año no me he hecho ni un solo propósito, solo fluir. Como mucho mantener la curiosidad, voluntad y pensamiento crítico necesario, no solo para seguir aprendiendo, sino para dar con aquellos conocimientos, personas y aprendizajes que me ayuden a ir en la dirección «correcta» de mi aprendizaje. Es muy fácil despistarse si no agudizas el pensamiento crítico.
Y fluir con otr@s, construir relaciones para conversar y crecer.
Creo que me pueden ayudar estas 5 preguntas del post «Ask These 5 Questions to Decide Your Next Career Move»:
- Nivel de satisfacción ¿En qué medida encuentro sentido y propósito en mi trabajo?
- ¿Cómo estoy aprendiendo y creciendo?
- ¿Voy en la dirección correcta?
- Pequeñas acciones ¿Qué semillas necesito plantar ahora?
- Y lo más importante: las relaciones ¿Qué relaciones necesito construir?
Lo que realmente necesito más es la 5. Construir relaciones, conversar.
Pero sinceramente, todos sabemos que el autodesarrollo cuesta, mantener esa curiosidad, voluntad y pensamiento crítico implica demasiado esfuerzo mantenido en el tiempo. Es más fácil responsabilizar a otros de nuestro aprendizaje y engañarnos. Sobre ello escribía hace unos meses en el blog de #redca Consultoría Artesana ¿Es posible crear una cultura de autodesarrollo o es una utopía? con algunas reflexiones sobre la cultura de autodesarrollo. Poner el foco en la motivación individual de aprendizaje continuo va a ser uno de los retos este año ( y el anterior, y el siguiente, y el otro 😉)
*Nota. También me he encontrado por el camino empresas que están teniendo más éxito en su implantación de la cultura de autodesarrollo, pero con grandes dificultades. Si tienes algún ejemplo de éxito no dudes en compartirlo.
*Otra nota: No os perdáis los comentarios al post original en #redca
Cultura de autodesarrollo
«Ya no queda tinta de tanto escribir sobre la necesidad de aprender a lo largo de la vida, de la necesidad de upskilling, reskilling, lifelong learning y otros palabros acabados en “ing”. A estas alturas, ya deberíamos haber integrado esa necesidad de reinvención y desarrollo continuo y, sobre todo, deberíamos tener muy digerido que las únicas personas responsables de ella somos nosotras mismas. Pero ¿Realmente es así? ¿Las y los profesionales somos los únicos responsables de nuestro desarrollo?
Comentaba en otro post en el que hablaba de autodesarrollo que:
“No podemos parar de reinventarnos si no queremos convertirnos en la “clase inútil”, tenemos que asumir una actitud de crecimiento continuo. Pero eso no es lo difícil, aprender continuamente no es difícil, es apasionante. Lo realmente difícil es gestionar el estrés, la frustración y el agotamiento intelectual que todo ello supone. Vamos a necesitar mucha fortaleza emocional para la gestión del estrés que produce reinventarnos continuamente, rápido y a lo largo de toda la vida. Mucha resiliencia para gestionar la frustración que supone que en el momento en que aprendes algo ya lo tienes que olvidar, porque ha quedado obsoleto. Y, sin embargo, no puedes parar porque sabes que te sirve para crear capas de conocimiento, escalones para seguir creciendo. Mucha pasión para no dejar de ser curiosos.”
La gente que trabajamos en consultoría tenemos la gran suerte de participar en proyectos muy diversos en empresas de todo tipo y eso nos permite conocer lo que está pasando. La teoría es muy bonita, pero la realidad es tozuda y en este oficio de la consultoría lo descubres cada día: a nivel general, estamos muy lejos de asumir ese autodesarrollo como propio.
En esa realidad, me he encontrado empresas que siguen formando a sus equipos de personal con métodos del pasado, de esas hay muchas. Pero cada vez más, descubro organizaciones que se han marcado como una de sus prioridades implantar esa cultura de autodesarrollo y se encuentran grandes resistencias para extenderla. He trabajado con áreas de RRHH, talento, personas, etc. que están haciendo grandes esfuerzos por potenciar el autodesarrollo, sorprendidas por las barreras que se encuentran, y es ahí cuando te piden ayuda.
Un de los ejemplos que ha llamado mi atención: una gran empresa del sector servicios (más de 2.000 empleados) que ha apostado por el autodesarrollo y ha creado un ecosistema de autoaprendizaje.
En su proceso actual de cambio, ha puesto en marcha un campus virtual de autodesarrollo vinculado al nuevo sistema de gestión del desempeño voluntario. Su personal que voluntariamente decida trabajar una habilidad clave dispone de un sistema que facilita un acceso completo e integrado a todos los recursos de apoyo necesarios para el desarrollo autónomo de cada habilidad.
Previamente al lanzamiento del campus, se trabajó en la concienciación y motivación de todo el mundo para liderar su formación continua.
El resultado final ha sido la puesta en marcha de un campus virtual con contenido novedoso, con elementos de gamificación y una tecnología amable que invita a participar. Sin embargo, los porcentajes de participación en ese autodesarrollo voluntario son inferiores al ¡¡¡30%!!!
¿Qué está pasando? ¿Dónde están las resistencias? Entre otras barreras que frenan el desarrollo continuo de las personas de esta empresa encontramos que:
- No ha calado la cultura del autodesarrollo, se sigue esperando una formación tradicional.
- El día a día no permite dedicar tiempo a aprender, no hay tiempo para todo y dejamos el aprendizaje para lo último.
- No existe la urgencia o la sensación de crisis para priorizar el desarrollo profesional.
- Es voluntario, se asocia el autodesarrollo con trabajo y eso no motiva.
- Requiere más esfuerzo y responsabilidad por parte de cada persona.
- Y yo añado… ¿Contamos con la preparación suficiente para ser responsables de nuestro propio desarrollo? ¿Es posible crear una cultura de autodesarrollo o es una utopía?
Este no es un caso aislado. Me he encontrado situaciones similares en otras compañías que invitan a reflexionar y seguir preguntándonos. ¿La vagancia se halla integrada por naturaleza? ¿No queremos aprender? ¿Nos tienen que obligar? ¿Cuanto más fácil nos lo ponen, menos nos interesa?
No lo creo, las personas en general tenemos curiosidad y motivación intrínseca para el autoaprendizaje, pero hay tiempos y situaciones –en función del momento vital, circunstancias profesionales y personales, y otros aspectos motivacionales– en los que necesitamos que nos sacuda la sensación de crisis y urgencia para tomarnos más en serio nuestro autodesarrollo.
También ayuda un poco de motivación extrínseca. Somos seres sociales y aprendemos mejor –estoy generalizando– en compañía. La creación de comunidades de aprendizaje, de práctica, de gestión del conocimiento, entre otros tipos de comunidades, aportan un gran valor tanto a nivel de conocimiento como motivacional en el autodesarrollo.
En definitiva, creo que esto del autodesarrollo tiene tela y queda mucho por analizar.
En este oficio de la consultoría tenemos todavía mucho trabajo que hacer para ayudar a las organizaciones a crear culturas de autodesarrollo, a diseñar ecosistemas de autoaprendizaje útiles, motivadores, divertidos y que enganchen, y a acompañar a los equipos de profesionales en su aprender a aprender.
Como dice Jesús Garzas en su post, «yo tampoco creo que estemos preparados para hacernos responsables de nuestro desarrollo… pero vamos por buen camino y estamos llegando».«
Me quedo con lo de que somo seres sociales y aprendemos mejor en compañía. Y aprendemos de las otras personas, pero conversando de verdad. El aprendizaje social es conversar, conversar es transformar.
*Nota. También me he encontrado por el camino empresas que están teniendo más éxito en su implantación de la cultura de autodesarrollo, pero con grandes dificultades. Si tienes algún ejemplo de éxito no dudes en compartirlo.
*Otra nota: No os perdais los comentarios en #redca
Gracias Alicia por el artículo ¡Que identificada me he sentido!
Qué importante, es en estos tiempos «dar con aquellos conocimientos, personas y aprendizajes que me ayuden a ir en la dirección «correcta» de mi aprendizaje» es un bucle de búsqueda constante.
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